martes, 8 de diciembre de 2015

Me paso la vida leyendo y escribiendo, como el cuento de nunca acabar



Fuente - Creative Commons

Recuerdo haber deseado saber leer y más tarde, saber escribir, tener las herramientas de ese saber traslúcido que lo atravesaba todo, que podía con todo. Más tarde, en tromba, los años, esos vehículos que nos usan como ruedas y nos hacen llevarlo todo a la espalda y en el corazón. En esos mismos años, en su avalancha, me he pasado leyendo y escribiendo prácticamente todos los días, atravesando la coraza de ese dragón que los antiguos llamaban Tiempo y que los simbolistas llamaban Tedio, el dragón de dientes afilados como el frío de un invierno helado y de ojos plateados como la misma derrota.
Me paso la vida leyendo y escribiendo, acaso por no saber hacer otra cosa, como el viajero que se olvidó de las maletas y se subía al primer tren que paraba en el Andén 1, si una noche de invierno, o como el hombre sin más atributo que el de mirar lo que está vivo con los ojos del lector y con las manos del escritor, ojos y manos ganados en mil batallas, en mil pulsos, en los sueños que tengo para mí y no para ningún otro.
Me paso la vida leyendo y el sueño escribiendo, mar altísimo y joven, herramienta y mano que la empuña, velocidad de ascenso, huida de los infiernos, palabras de amigo hacia la amistad, palabras compuestas, saltanovelas, asaltapoemas, guardateatros, sabiendo como sé que todo tiene un precio y el de estos peces dorados del lector y del escritor es la página o la vida, la Literatura Universal o la vida, la Literatura Española o la vida, la navegación con mentes jóvenes, escritores en ciernes, lectores que uno quisiera voraces, como ciudadanos con licencia para leer, con licencia para pensar, demasiado ocupados para penar. Me paso la vida como La Maga, leyendo hasta las caras y anotando hasta los nombres, corrigiendo, enmendando, rectificando, para que no se note que el lector que hay en mí es de verdad, que el escritor que hay en mí sale a pasear cuando sólo el blog está abierto, cuando únicamente las películas y los libros se venden caros, tan caros como una vida entera, como un sueño entero.
Me paso la vida leyendo y escribiendo y ésta es la luz y ésta es la sombra.
Sabedlo.