Mikel Aguirre, Creative Commons.
Lo extraño de esta escena es un gato que rompe la horizontalidad (está a varios metros de altura) y parpadea en la existencia. El editor de mi libro observa que el Gato representa las preguntas que no tienen sentido, y es verdad: la Filosofía no es nada sin personas que le den sentido a la pregunta. Sentido es tanto valor como dirección, por lo que ya tenemos una lectura a medias alegórica de la escena: la verdad está amenazada por la falta de dirección.
Uno se cansa con frecuencia de enmarcarse en espacios demasiado pequeños o demasiado estáticos. Y no porque uno se sienta demasiado grande o demasiado dinámico, sino porque uno está vivo, perpetuamente perdido en la continuidad de los significantes, viajero sin descanso por épocas, modas, tendencias y vacíos. Por eso he comenzado un curso sobre la Función Directiva. Pero una cosa está clara: la vida te dice que hay que adaptarse a las necesidades de cada momento. Una de las necesidades que respeto es la de aprender. Desde hace mucho estoy convencido de que la gente quiere aprender y que lo contrario de hacerlo es aburrirse o ausentarse. Puedo aceptar con la mayor naturalidad el desdén de un padre o de un compañero, pero siempre me entristece la decepción de un alumno.
He cambiado mi forma de ver las clases. Para empezar, desde hace años voy a disfrutar. No disfruto nada cuando hago un examen (un requisito del Sistema que casi nunca tiene sentido en cursos inferiores a Bachillerato), pero sí cuando explicamos en clase un artefacto que han hecho «ellos» o cuando tengo que poner en pie una explicación con la Red, unas cuantas ideas, un cuadro, unas líneas que me han costado cuatro horas en casa. Todo a pulmón, como cantaba Miguel Ríos, con la paciencia del artesano, siendo perfectamente consciente de que sólo dos o tres acabarán recordando todo lo que encierra El matrimonio Arnolfini o de dónde viene eso de «creer en unicornio»: porque como decía el unicornio de Carroll, yo creo en ellos a condición de que ellos crean en mí. Daos cuenta de que «ellos» nos interrogan sobre el sentido de nuestras clases, más allá de toda obligación laboral o legal. Estoy cambiando también la dirección de mi estar en la Escuela, y lo noto por una apuesta cada vez más arriesgada por los Aprendizajes Basados en. Ya sean proyectos, ya problemas ya webquests, ya nuevas formas de trabajo que dejo plasmadas en una guía, estoy seguro de que me aburrenseguir un libro, y de que a cualquier ser inteligente y vivo le aburre también. Es una alegría inmensa redescubrirlo a cada rato en nuevas situaciones, como el programa Andalucía Profundiza, de la Junta de Andalucía, o la también nueva experiencia del Torneo de Debate de la UJA. El lector curioso puede bucear, si tiene paciencia, en mi portafolio digital.
Es curioso que uno de los grandes temas lingüísticos y literarios sea el único realmente personal, que es el sentido: si no puedes darle sentido a tu vida, tienes un problema. Nota bien que no he usado "Sintaxis" o "léxico", sino "sentido", ese estanque de la conciencia en la que flotan la subjetividad, las relaciones, la memoria, las emociones, los proyectos. Muchas certezas personales se revelan como falsedades y se rebelan como la traición de la inconsciencia: eso lo veo claro y no importa. La vida merece ser vivida y la escuela merece también ser vivida. Dónde empieza la una y termina la otra, ésa es la cuestión. En todo caso, depende de adónde te lleven.